domingo, 8 de febrero de 2009

ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA


Prefacio:



La soledad carcomía su corazón, el gélido susurro del aire en su oído no hacia más que rectificar la impaciencia de sus latidos para volver a encontrarlo, sin embargo, después de buscar tanto tiempo ¿Qué le haría pensar que la distancia del cielo a la tierra podría romperse? Una chispa de ilusión se anidaba en sus ojos, tenía ese “algo” que los adultos pierden.





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Entonces, yo, el encargado de decirle la desdichada noticia, no hice más que evadir la crueldad de la vida, diciéndole aquella mentira que sólo los cuentos de fantasías reflejaban en su colorido mundo:” En algún lugar del cielo se encuentra tu papá y ayer antes de emprender su viaje me dijo que algún día te vendrá a visitar. Creo que su viaje será muy pero muy largo, llevaba una maleta tan grande como el tamaño de un avión. Mientras tanto cuida a tu mamita, ella va a estar muy triste por su ausencia pero tú demuéstrale que puedes ser muy fuerte ¿Ya?”. No respondió, sólo sonrió. Fue entre brincos al lado de su madre a besarla y abrasarla perdiéndose entre la muchedumbre de la gente. Aquella vez fue la última vez que lo vi, hasta que…



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Sabía que desde ese momento todo iba ha ser diferente. Ya no existirían aquellas horas en las que pasábamos juntos, ni aquellas noches en que lloraba por tu ausencia. Mi mundo se pintaría de color oscuro y se perdería el lienzo con el que dibujabas mi sonrisa. Reclamaba a los cielos que te devolvieran e imploraba a Dios que te regrese a la tierra. Entonces esperé entre lunas y soles, entre noches y días, a ver si por ahí algún buscador de tesoros me devolviera la sonrisa. Lo único que quedó en mí fue la chispa de ilusión de volverlo a encontrar.



Había pasado tanto tiempo desde que emprendiste tu viaje, me entristecía que mamá te perdiera entre sus recuerdos y te confundiera con un señor al que le solían decir, entre los murmullo de sus amigas, “Tanque Viejo”. Viejo seguramente porque era un señor de edad pero ¿“Tanque”?. Bueno nunca lo supe, sin embargo, entre los cuchicheos de sus amigas solían decir que “no disparaba” y todas se reían a carcajadas tan chillonas que podría asegurar que la distancia entre tú y ellas era pequeña y que tus oídos al igual que los míos se enrojecían tanto, a tal punto que escuchar las canciones de “Tongo” hubiese sido algo más agradable.



Eran largas las horas en los que contemplaban el cielo y buscaba entre las pomposas nubes tu rostro, que gracias a las fotos podía recordar. En mi calendario con un marcador rojo tachaba todos los días que habían pasado desde el momento de tu partida y apuntaba todas aquellas figuras que en las nubes encontraba, para ver si existiese alguna conexión o algún mensaje que esperabas que entendiera, sin embargo, nunca lo encontré o mejor dicho nunca aprendí como buscarlo bien. También aprendí a silbar para conversar con las aves pero al parecer no solían entenderme, algunas que otras emprendía vuelo con sus coloridas alas y me dejaban entre uno y dos regalitos, a los cuales no les tomaba importancia. Bueno a decir verdad, sí, veía entre los verdosos colores si escribían por lo menos alguna nota, pero no llegué a divisar ninguna letra. Otro intento fallido.



Fue así que cansado de esperar, emprendí un viaje para encontrarte. Lo planeé tanto tiempo que estaba casi seguro que funcionaría. Tal vez un poco descabellado para los que no creen en cuentos pero no tenía ninguna otra forma de ganarle al tiempo. Tomé un lápiz y un papel y comencé a escribir mi plan maestro:



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Era un día tranquilo como cualquier otro, no muchas personas se levantan de la cama y se les ocurre comprar un ave. Muchos de ellos las consideran ruidosas, molestas y hasta cochinas. Yo sólo disfruto de los melodiosos cantos que ellas emanan, una música que sirenas ni elfos son capaces de imitar. También guardo con celo su libertad, la cual los hombres nunca podrán conseguir. Éstos siempre seguirán atados a sus deberes, ya sea la familia, el trabajo, y porque no hasta la suegra. Y aunque existan diversos modos que se hayan creado para volar, ninguno de ellos comprenderá la libertad absoluta que sólo las aves son capaces de desarrollar. Tal vez mi tienda es muy poco común, aquí las aves se encuentran en libertad, se podría decir que sólo existen en cuentos o historias con finales felices o que por lo menos dan ilusión ha serlo pero les aseguro que ésta no.



Recuerdo muy bien el día 3 de Octubre, cuando la campanilla de la tienda empezó a sonar. Era poco usual que sonara tan temprano, o mejor dicho, era poco usual que sonara. Me acerqué a la puerta creyendo que era uno de esos muchachos que sólo se asoman para fastidiar, tocar la campanilla y salir corriendo. “¿Quién anda ahí?” dije. No respondió. Lo dije repetidamente hasta que observé la cabeza de un niño parado sobre el suelo cuyas manos apenas podían llegar al estante y tocar la campanilla. “¿Si?, ¿Qué desea?”, el niño sólo sacó del bolsillo un anunció de trabajo que días atrás había colocado en el periódico,” Bueno lo lamento, pero ya no deseo a ningún trabajador. Muy poca gente acude aquí y sería muy tonto de mi parte contratar a alguien para que atienda a personas inexistentes. Muchas gracias pero no necesito a nadie, muy aparte, eres muy pequeño para el puesto y necesito a alguien mayor alguien…” continué hasta divisar en sus ojos lágrimas de dolor fue entonces cuando me detuve. Él guardo el anunció en el bolsillo y salió corriendo de la tienda. Me acerqué a la puerta para ver si se encontraba bien pero ya se había ido. Retomando mi puesto de trabajo encontré un papel caído sobre suelo, lo levanté y encontré una frase en el reverso de la foto. Ésta decía:” Algún día te encontraré padre mío. Sé que estás en alguna parte de la infinidad del cielo y no me cansaré de buscarte” Volteé la carilla y ahí estaba él, mi fiel amigo que me acompaño en los momentos de mi infancia y de gran dolor. Entonces comprendí que él era su hijo, aquel que años atrás tuve que consolar con palabras que en cuentos sólo podían ser realidad.
Desde ese momento supe que debía hacer, tomé un papel y una pluma y comencé a escribir…



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Primero: Conseguir Plumas. Segundo armar alas. Tercero: Buscarte en el infinito del cielo hasta encontrarte. Cuarto: Decirte cuanto te quiero, y traerte conmigo a la tierra. Y por último vivir felices para siempre.
Apunté en mi calendario con el marcador rojo: 3 de Octubre. Día en el que te encontraría.



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Hoy en día, aún recuerdo el 3 de Octubre cuando salí corriendo de la tienda hacia mi hogar, abandonando el gran plan que días atrás se me había ocurrido, Tal vez hubiese sido el peor día de mi vida sino fuera por aquel ave que encontré fuera de mi casa con la carta de mi padre, la cual conservo en mi billetera junto al calendario en el cual solía escribir. Cada 3 de Octubre me animo a leerla. Hoy siendo el día tan especial la compartiré con ustedes.



En primer lugar la carta:



“Querido hijo: Sé que me has estado buscando y pensando desde el día de mi partida y déjame decirte que no ha habido día de mi existencia en el que haya dejado de pensar en ti. Hoy en día me encuentro con Dios y nos hemos hecho grandes amigos, en ocasiones te observamos desde el cielo y nos preocupamos por ti. Déjame decirte que te quiero pero es tiempo que comiences tu vida y dejes de pensar en mí. Siempre te protegeré.
Julio.



Y segundo el calendario que cada vez que lo leo me devuelve una sonrisa al rostro, cosa que años atrás me era imposible concebir:



“Primero: Conseguir Plumas(NO).


Segundo armar alas(NO).


Tercero: Buscarte en el infinito del cielo hasta encontrarte (NO).


Cuarto: Decirte cuanto te quiero, y traerte conmigo a la tierra (NO). Y por último vivir felices para siempre (SÍ).”

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